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La misericordia de Dios es más grande que cualquiera de mis errores.

  • Itzel Gracia
  • Jan 6, 2016
  • 3 min read

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aún cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!

–Efesios 2,4-5.


Cuando pensamos en Dios, se nos vienen a la cabeza miles de maneras de describirlo a Él, a su grandeza y a la infinidad de virtudes que tiene. Es por eso que el apóstol Juan nos ayuda a simplificar todo esto en una expresión: “Dios es amor” (1 Jn. 4,8). Es por este amor que se creó el universo y toda la vida que habita en él.


Con todo el amor, Dios creó la tierra, los mares, todos los animales que habitarían cada uno de estos lugares, y de manera más especial a nosotros. Fue tan especial que nos hizo a su imagen y semejanza «Gen 1,26».


A pesar de todo este empeño que puso Dios en la creación del todo, y sin necesidad de remontarnos completamente a esta narrativa, sabemos que el mal se interpuso a las creaciones perfectas de Dios. Este mal o más comúnmente conocido como el pecado, ensució todo lo maravilloso que había sido creado por el amor mismo.


Más triste aún, es saber que en la actualidad se puede ver el daño que causó, causa y continúa causando este pecado. Le dió un giro trascendental a la historia de la humanidad, y es aquí donde retomamos el concepto del Dios amoroso.


¿Cómo iba este Dios, que es amor, dejar su maravillosa creación a suerte y merced del mal? Por esto y a conciencia de la gravedad del pecado, Dios respondió con la misericordia. Afortunadamente, ésta siempre será más grande que cualquier pecado.


Pero, ¿Qué es la misericordia? ¿Cómo podemos definirla?

La palabra misericordia tiene su origen en dos palabras del latín: miserere, que significa tener compasión, y cor, que significa corazón.

Ser misericordioso es tener un corazón compasivo, un corazón conmovido, que no sea indiferente, que ame y que sienta.


Realmente comprender el significado de la misericordia no es difícil, y si nos parece que lo es, podemos buscar en un diccionario infinidad de sinónimos de la misma. Asi podremos notar que todos coinciden en un mismo concepto: el perdón.


El perdón es uno de los ejemplos mayormente visibles por medio del cual Dios nos demuestra su misericordia divina, pues él siempre está dispuesto a perdonar y a olvidar nuestras faltas. El renueva por completo el libro de nuestras vidas, borra esas manchas (sin importar cuán graves sean) y hace como si nunca hubiesen existido en primer instancia.


Así como lo relata la parábola del hijo pródigo, un padre amoroso perdona los errores de su hijo y le da la oportunidad de ser mejor. En este caso, al padre no le importo todo el tiempo que estuvo fuera aquel joven, y perdono por completo el estilo de vida tan mundano y enfermizo que su hijo llevaba. Únicamente basto que su padre lo viera a la distancia para perdonarlo y olvidar todo el mal que habia causado.


En el "hijo pródigo" se hace presente la misericordia. El amor del padre reemplaza el rencor y el resentimiento dejando en su lugar alegría y un amor incondicional.


Así es como Dios nos recibe a nosotros. Sin importar el tiempo que le hayamos dado la espalda, o las ofensas que hayamos cometido en su contra; él nos envuelve entre sus brazos, nos llena de amor y nuevamente envía bendiciones a nuestro camino.


La misericordia devuelve esperanza al mundo. A pesar de las cosas terribles que están sucediendo, existen a su vez, personas con el corazón lleno de Jesús dispuestas a amar y perdonar.


Por consecuencia, la Iglesia nos llama a enseñar y predicar la misericordia divina. Como dijo el Papa Juan Pablo II:

«El misterio de Cristo ... me obliga al mismo tiempo a proclamar la misericordia como amor compasivo de Dios, revelado en el mismo misterio de Cristo. Ello me obliga también a recurrir a tal misericordia y a implorarla en esta difícil, crítica fase de la historia de la Iglesia y del mundo.»


Es por eso, que el Papa Francisco proclamó el año santo de la misericordia desde el 8 de diciembre del 2015 hasta el 20 de noviembre del 2016. Este año, nosotros debemos de comprometernos a vivirlo como un momento extraordinario de gracia y renovación espiritual, compartiendo, proclamando y llevando siempre a donde vayamos la misericordia divina de Dios.


Cabe mencionar, que la misericordia es un rasgo que debe caracterizarnos como personas, es disposición que debemos portar siempre con orgullo y con amor.


 
 
 

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